David contra Goliat

Como en la historia bíblica, no siempre los grandes son los que terminan ganando la batalla, sino los más astutos, los que se las ingenian con la mejor estrategia para aprovechar sus recursos y golpear en el punto exacto.

Lo mismo pasa con las marcas y sus empaques. Uno pensaría que las grandes, con todo el poderío económico, su trayectoria, sus negociaciones y su maquinaria de apoyo, tendrían siempre la guerra ganada en los puntos de venta.

Sin embargo ¿cómo entonces uno se explica, que marcas de emprendedores, con un mínimo de presupuesto, sin grandes equipos de trabajo y cero trayectoria, puedan de pronto ser una excelente opción de compra y brincar en 3 segundos de la góndola al carrito, dándole por la cabeza a las grandes?

¿Por qué los pequeños van ganando?


Porque piensan en sobresalir del montón, rompiendo con la categoría. Porque no tienen esa estructura pesada que les impide tomar prontas y mejores decisiones, ni tampoco tienen una serie de autocensuras internas que saturan y entorpecen la legibilidad de los empaques. Porque no tienen la presión de sacar al mercado múltiples SKUs, invirtiendo todos sus recursos en un solo esfuerzo.

Porque tienen en sus departamentos de mercadeo, ejecutivos que repiten las mismas fórmulas, hoy ya desactualizadas. Porque escuchan a los que saben, se dejan guiar y no manipulan las propuestas creativas a tal punto que vuelven a convertirlas en las mismas soluciones de siempre. Porque no imponen sus gustos propios, sino que dan prioridad a las necesidades de sus audiencias.

Porque además, cuentan con muy pocos recursos, entonces tratan de sacarle el mejor provecho a lo que tienen y eso implica muchas veces arriesgar. ¿La estrategia? Ser diferentes, demarcar el territorio, hacer contacto con lo que la gente está buscando, alejarse del resto, enfocarse en construir sus propios lenguajes.

Si no tienen el gran presupuesto para pauta o promociones, ni tampoco el mejor espacio en góndola, entonces invierten estratégicamente en el empaque y lo preparan para sobresalir en los puntos de venta. No tienen más opción que llamar la atención a como dé lugar, porque no tienen otro chance.

Además, en la era digital, estas empresas pequeñas han sabido sacarle provecho a las redes sociales y al poder del boca a boca. Y es que subimos al Instagram todo aquello que nos gusta, que nos sorprende o que nos hace vernos cool o diferentes. Y qué mejor que con un empaque, que además de alojar un buen producto, tiene un excelente diseño que me dice algo, que conecta conmigo.

Al final las marcas, no importa su tamaño, deben estar anuentes a revisar sus estrategias, sus equipos de trabajo y la forma en que están planteando sus productos y empaques a las diferentes audiencias.

Por eso, cuide todos los detalles: empiece por poner en práctica la frase “menos es más”. Coloque la información precisa, destaque el beneficio principal, invierta en imágenes de calidad y demás elementos del diseño, escoja bien el embalaje y su acabado. Y de último y no menos importante: el concepto. Piense en lo que quiere transmitirle como marca a la audiencia sobre su producto. Enfóquese en eso que la hace única. Con qué sensación, emoción o mensaje quiere que se queden.

Nadie tiene el puesto seguro y no importa cuántos años tenga su producto en el mercado, hay que estar siempre preparados para que quizás un audaz y creativo David nos mueva el piso.